domingo, 22 de diciembre de 2013

El ciclo de la purpurina


Por encima de las nubes sólo percibe oscuridad, aunque sabe que hay estrellas en el cielo. En la distancia, algunos rayos atraviesan veloces el horizonte, y entonces, su fulgor efímero le permite distinguir el destino que le aguarda. Se mueve inquieto. Avanza y retrocede. Duda. Se asoma al vacío y un miedo asolador le estremece. Es un salto ineludible, y al fin, se impulsa y cae. Su frágil cuerpo es zarandeado por el viento mientras las luces de la ciudad se hacen más y más cercanas. Ya son nítidas. Adornos navideños colocados sobre techos de viviendas, en espacios públicos o en los árboles del parque. Se prepara para el impacto, y con él, su último recuerdo de calidez antes de desvanecerse en la eternidad. Entonces, asciende de nuevo.

Martín disfruta feliz con su recién estrenado juguete. Desconoce que un amigo invisible se lo entregó a papá hace apenas unos días a cambio de una sonrisa. Tampoco le importaría. Corre por toda la casa agitando su bola de nieve de cristal. Brinca arriba y abajo, incansable. Cuando para, se sienta, gira la cabeza y mira absorto los pequeños copos que caen sobre las casitas en miniatura. Llama a su padre para enseñarle el mejor regalo de la Navidad. Éste se acerca, y ríe al ver a Martín entusiasmado. Se agacha a su lado lentamente y observan juntos el pueblecito nevado, embelesados.

El asustado copo de nieve regala felicidad en las manos del niño que le acogió con júbilo.

sábado, 14 de diciembre de 2013

Atleta

La mujer de Pedro Basalto observa melancólica el sillón de su marido. La almohadilla eléctrica que calienta su lumbalgia está desconectada. El vaso del desayuno reposa vacío sobre la mesita auxiliar y la televisión está encendida porque no puede agacharse hasta el interruptor. Es Domingo y tomarán el aperitivo en una terraza cercana, la que elija su esposo en función del dolor cervical.

Cuando baja al jardín, sus coléricos ojos no pueden dar crédito. Unos gatos callejeros saltan maullando por encima de los parterres, mientras Pedro Basalto corre tras ellos braceando con la agilidad de un jovencito de primaria.